sábado, 7 de junio de 2008

huyendo de la muerte nos hemos acercado más a ella


Las imágenes que acompañan este texto pertenecen a la acción plástica de María Teresa Hincapíe, titulada: "El espacio se mueve despacio" 2005 y el cuadro "Las hermanas" es de G. Wiedemann, 1943, colección Banco de la República de Colombia.


Afecciones, sobrecogimientos, trastornos, agitaciones, se materializan en imágenes o indicios de estados personales, son las iconicidades donde se puedan reconocer las formas mundanas; y no se trata de reproducir el mundo en sus cotas exactas, el arte de la pintura no tiene como único destino ser una serie de imágenes narrativas; frente a trabajos como los desnudos de Darío Morales, no solamente nos enfrentamos a una expresión de un conjunto de signos que los acomodamos en las imágenes de unos desnudos en un espacio determinado; el artista pinta entrelíneas o entrepinceladas, su vida personal, sus intimidades, en pinceladas recatadas nos cuenta su devenir en Paris, su angustia frente a la enfermedad, todo gesto, toda huella que va dejando el pincel va cargada de vida, son pulsiones de una autobiografía graficada. Hablamos de estos cuerpos dormidos, que sucedieron esos cuerpos acureladamente acuosos de Wiedemann, que adquirieron cuerpo a futuro, pinceladas corpóreas para cuerpos curtidos por el sol de estos trópicos y estos cuerpos que ahora son sucedidos por la capas y capas de pintura de Jorge Gómez, pinceladas sobrecogedoras para despertar a estos cuerpos dormidos, las formas acrisoladas en signos, receptáculos para leer las pasiones del artista, en estas barreduras, en esta purga que ejecuta el pintor; la manufactura queda en el soporte mientras que el sentido de la obra lo da su labor simbólica, y más aún que hablamos de arte conceptual, arte no objetual, acciones plásticas, etc. La intención es tripartita: en primera instancia, está la imagen producto de ese viaje a la realidad y volver con una carga, con un trasteo de formas, como lo realiza en su propuesta Darío Ortiz, segundo está la materialidad que usa el artista para con-formar, dar cuerpo a esas formas, el cuerpo de esos cuerpos, como lo hace Jorge Gómez, y la tercera sería, todo ese fardo de substancias que llevan a la pintura
-por el afán del hombre a la materialidad-, al camino de lo corruptible;no sólo son capas de materia suelta, sino que esos estratos tienen el alma fracturada en el camino de convertir las formas en signos, hecha por la inteligencia, por la razón del artista, de la physis a la psiquis y vuelve a la physis. Pero contrario a la religión, el arte de la pintura no hace división entre ese cuerpo matérico y “eso” que le da alma a ese cuerpo, eso que está en la obra de Alejandro Obregón. Aquí el alma de la pintura aunque opuesta al cuerpo no se separa de él, como sucede en la religión; además, tampoco es simple e igual que el cuerpo, donde se acomoda esta alma, es pesada, no es un alma pasiva como la que se le otorga a los animales, pero ¿Qué pasa con esta alma del cuerpo pictórico, cuando ese cuerpo sufriendo de una extrema anorexia, muere y luego renace en un cuerpo con huesos, músculos, tripas, carne y fluidos vitales?

Considero que en el caso de la trasformación del cuerpo de la pintura en cuerpo-artista (el de las acciones plásticas), esa alma cambia como cambia el soporte y que en el caso del cuerpo de la pintura siempre estará acompañado de “su” alma, un espíritu que lo acompañará hasta la tumba, porque sin él dejaría de ser ese cuerpo-pintura, aliento que le da la vida y que le da la muerte, y con él desciende hacia las sombras; porque como dice Pere en La redención de la carne: “…alma que en la pintura es delegación de los cuerpos y a la vez su significación más plena- más que el propio cuerpo, puesto que ella es su razón”.
[1] Desde luego, una de las aspiraciones del arte es que las formas accedan a una persistencia más allá de lo matérico, pero esta mirada medio Hegeliana no tiene asidero en los trabajo de Santamaría, Wiedemann, Jorge Gómez ni mucho menos en el peso corpóreo de los trabajos de John Jader Bedoya; trabajos que nos van acercando a la textura de los cuerpos de los artistas que hacen acciones plásticas, incluso los que hacen o han hecho land art como los trabajos de Adolfo Bernal, que al organizar su intervención usaba como dispositivo su cuerpo, para concluir que el arte siendo un producto humano para poder huir de la muerte, termina acercándonos más, ese bulto corruptible, perecedero, se hace arte, el arte se hace muerte, así como en la propuesta plástica de Bernal.

Más allá de las capas y capas de material cromático, más allá de los movimientos en una acción plástica, la cara de lo real está en lo no visible, siendo el cuerpo en acción la virtualidad de la muerte y siendo este obra de arte, una obra efímera en el espacio, en el tiempo y en el soporte más rápidamente frágil que las telas que se van muriendo lentamente en el m(a)us(ol)eo, donde permanecen colgadas en sus andrajos agónicos. Los acontecimientos de la vida proyectados con la perspectiva del artista, con todas las fuerzas de su factura, más allá de la extensión de un documento, más allá de la analogía sígnica, o si no, el arte sería un dócil borrego rendido a la dictadura de la realidad real, se aferraría en sus tramas unas imágenes arraigadas en la envoltura sensible, nos ataríamos a la perfecta anatomía de los cuerpos representados, su sentido viviría a cuenta de una traducción literal, en detrimento del arte abstracto. Esta forma de pintar que alguien en algún momento denominó abstracto -como si el llamado figurativo no tuviese suficiente abstracción de la realidad real-, pero en fin, esta pintura abstracta, por el hecho de cargar con ese título sería la antípoda de lo pensado como arte, o además de arrastrar el epígrafe de abstracción, sobrelleva el de arte pero sin sentido; sentido que bien le podía asistir el observador con sus residuos figurativos, esto sería un juego entre la muerte y la razón, la muerte por ser antípoda, y la razón por lo residuos que le dona el curioso.

[1]Pere Salabert Solé, La Redención de la Carne, Medellín, Cuadernos de estética expandida, postgrado de estética, Universidad Nacional, 2005, página 38.

1 comentario:

oscar salamanca dijo...

Umberto fascinante escrito donde podemos involucrarnos con ese yo incomodo; o bueno esa fue mi percepción.